domingo, 2 de noviembre de 2008

Los Niños Invisibles

Rafael y sus amigos en Los Niños Invisibles de EGM Producciones Ltda.

LOS NIÑOS INVISIBLES
La Imágenes y Los Textos en una Obra para ser Vista en un País Eminentemente Hablado

David Cardona
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"En su soledad, Fernando descubrió que la media noche
era un horario maravilloso de cuyo esplendor se había
perdido los ocho años de su vida por haber estado acostado
y dormido. Descubrió también que los muertos eran
gente tranquila e inofensiva y se entró al cementario."
Los Niños Invisibles


En Colombia, el cine como posibilidad de una producción cinematográfica nacional siempre ha adolecido de la falta de imágenes que representen la mirada real que sobre la nación se pudiera hacer. El cine, como industria inexistente por demás, ha atravesado momentos que han sido identificados y caracterizados en múltiples estudios o referencias que se han realizado desde ejercicios de crítica o literatura ejercida con tal fin. La ficción que en muchos casos termina evocando situaciones y desarrollos macondianos sigue configurando muchos de los imaginarios que como espectadores tienen los colombianos y el argumental suele ser comparado con una supuesta realidad, como correspondía a las épocas marcadas por la censura; cuando ésta impedía la exhibición bajo el argumento de una "realidad falseada". Del mismo modo el público, incurso en una cultura cinematográfica estereotipada y estereotipante, aprueba y desaprueba el valor de las películas en la medida de la cercanía con las imágenes que se le han vendido como reales.

Estos hechos han marcado la mirada de un público que aún no encuentra una evolución sustancial en las obras de sus compatriotas ante la incapacidad de una industria cinematográfica nacional que nunca ha existido; ni desde las teorías, ni desde la práctica y ni siquiera desde un diagnóstico de sector aún después de la promulgación de la Ley del Cine en 2003. Ni las imágenes están; los referentes visuales tampoco; los diagnósticos sobreabundan y los clichés son usados en los mejores de los casos para comunicar texto con imágenes a un público sin cultura de la apreciación cinematográfica. Éste, el público, no encuentra referentes que le insten a disfrutar sino de productos extranjeros en detrimento de una producción nacional que adolece de su falta de respeto y fascinacion.


Nacido en 1943, Lisandro Duque Naranjo ha realizado Los Niños Invisibles (2001), una película con una buena dicción sobre un episodio en la vida de tres niños de provincia en la Colombia de los años sesenta. Contando con su experiencia a lo largo de una vida dedicada al cine y la televisión como formas de producción que han estado vinculadas a modelos resultantes de procesos desarticulados de los años sesenta, setenta y anteriores, logra un producto que se puede considerar como consistente y entretenido. Para la primera mitad de siglo y los periodos inmediatamente subsiguientes del cine nacional, éste se caracterizó por la falta de creatividad, la mentalidad imitadora y las deficiencias técnicas. El director logra una obra interesante y más que ello, con la capacidad de capturar la atención del público. Es ésta una obra que merece destacarse de entre otras producciones nacionales que evidencian explícitamente la falta de identidad con una realidad a la que aluden y adolecen de la ausencia de una dramaturgia y la precariedad para construir contextos. Milagro en Roma (1988), Visa Usa (1985) y El Escarabajo (1981), serían los tres largometrajes que precederían a Los Niños Invisibles dentro de una producción de más de veinte trabajos para el cine y la televisión colombiana por parte del director.


Transcurre en Ambalema, Tolima, durante la primera mitad de la década de los años sesenta, la trama central de la obra que a diferencia de otras películas colombianas, goza de un nivel considerable de dramaturgia y contexto; pero que se desarrolla aún con mucho apego a la tradición fílmica basada en díálogos que ha caracterizado la mayor parte de las producciones colombianas hasta los días presentes. Tres niños son vistos a través de la narrativa de un director emanado de una tradición de producción nacional y los describe desde un orden de códigos convencionales en la aventura que emprenden y que relata en retrospectiva de primera persona el personaje central.

Si bien el argumento de la película es entera y eminentemente colombiano y la locación geográfica y temporalmente identificada sin recurrir al abuso de los paisajes como en muchas otras producciones, el recurso de los diálogos de la narración central en primera persona de quien evoca los episodios y de los personajes principales, dan contexto al año en que la radio transmite el reinado de belleza de Amalia Navarrete, el ataque al corregimiento de Aures por parte de la insurgencia y las proezas del cuatro veces campeón de la Vuelta a Colombia en Bicicleta, Ramón Hoyos. Palabras son todas éstas, al igual que las de los diálogos, las que saturan de texto la película, lo que seguramente hace parte del constructo que el director aduce como necesario para acceder a un público en un país con una tradición basada en lo hablado por sobre otras formas de interacción cultural como lo son las imágenes.

Un Colombia rural que sigue sin ser contada más allá de las imágenes que los colombianos se han vendido de sí mismos y entre sí mismos, es la que se estructura desde lo evidencial de la película. "Lo que nos diferencia de un animal como éstos es el alma", observa la madre al niño mientras prepara las vísceras y la carne en una película que introduce al espectador para recibir un tipo de personajes bien conocidos, precisamente por los antecedentes que de la imagen de la provincia colombiana en la figura de pueblo, han hecho otros desarrollos. La anticipación de la adolecencia, las constataciones de los temores de los adultos o la pulsación de lo sexual; así como la percepción de las relaciones de poder que tocan a la infancia, entre otros temas, pareciera que se conjuran como hecho fílmico en una serie de anécdotas comunes a un pueblo que como espectador de sí mismo, se puede reconocer en todo lo que suelen decir de él desde el convencionalismo.


Es posible afirmar que temáticas como éstas, desde la perspectiva de maestros como Truffaut, Fellini, Vigo; o más cercanamente, Gaviria en La Vendedora de Rosas así como Alejandro Gonzalez Iñarruti en Babel, entre otros, contrastan de plano con la propuesta de que se vale un director para contar una historia sobre ese rincón evocado que es la infancia, como lo hace Lisandro Duque. Lo que cuentan los personajes puede ser lo que el director quiere contar, pero los personajes que están al servicio de un entramado de códigos cotidianos para una narración lineal, no alcanzan a universalizar el eventual propósito o aspiración de comunicar sobre la infancia, sus ilusiones y temores más allá de una historia que fluctúa entre lo popular y lo fantástico.
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Los Niños Invisibles es una película sobre niños, pero que no llega a comunicar mucho sobre la infancia como temática; retoma elementos más que conocidos, para un contexto en el que la política con rasgos de violencia, la televisión como alternativa masiva y sobre todo, la superstición y el temor de los adultos, ambientan el desarrollo de un guión cuyas imágenes se apoyan en los diálogos que aluden a un momento histórico de Colombia como nación. Como tal, esta realidad no alcanza a afectar mayormente la vida de los personajes centrales más allá de lo circunstancial que aporta el advenimiento de realidades sociales que se narran por el radio o la televísión, así como en la voz de personajes como el barbero del pueblo o una que otra imagen macondiana como la de los viejos que juegan cartas mientras son registrados congelados ante la mirada de Rafael, el niño protagonista; los padres son el resultado de la más convencional de las dramaturgias que funge como código universalizante que se apoya en formas y modos ya usados en otras películas de modo recurrente.
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La mayoría de los hechos contextualizantes no devienen de las imágenes sino de los textos que llegan en forma de diálogos o emisiones mediáticas dentro de la trama. Fotográficamente no se transmite nada excepcional en la película aunque la calidad de la imagen es destacable en comparación con otros productos del inventario cinematográfico nacional; la tecnología no lo es todo y este logro sensible en comparación con otras producciones del mismo autor, como El Escarabajo, no suple la recurrencia de ciertos elementos ya identificables en otras producciones nacionales.

Sobre lo estructural, se puede decir que una película como ésta, permite al director optar por dos niveles de tratamiento de la realidad: uno como un realismo de corte popular y otro de corte mágico. Lo evidencial de la imágen durante los primeros diez minutos sugiere la evocación a lo mágico cuando la fuerza del pensamiento de Fernando hace que su vecina y la madre de ésta, sientan su presencia cuando están en casa ocupadas en sus labores y separadas del niño, lo suficiente para que el fenómeno sea atribuible a cierto mesmerismo que evoca algo como la "magia de los niños"; del mismo modo, las imágenes que acompañan las conclusiones finales del personaje narrador frente a su teclado operado por un ser invisible, contradicen la ineficacia de un conjuro que no se realizó según lo recetado, pero que ahora inexplicablemente ha tributado el don de la invisibilidad al narrador. Estos sucesos merecen ser mencionados en la medida en que son otras las circunstancias, las que permiten explicar la cándida confusión que sufren los tres niños al dar cabida a la posibilidad de la invisibilidad del líder de la idea.

Bien pensadas son las circunstancias que conspiran para que se asuma como efectiva la fórmula del conjuro y bien dosificados los hechos que permiten explicar por qué ocurre esto, así que el ceder ante la opción de poner en duda lo que las imágenes evidencian, en favor de un giro hacia lo fantástico es un exceso lamentable al que se rinde el director, tal vez para crear un efecto sobre un público que conoce muy bien; pero que en modo alguno puede negar la contradicción temática frente a la evidencia de lo narrado. Pasa lo mismo con los viejos jugadores de cartas, congelados ante la mirada de Rafael; Cualquier giro emocional eventualmente inducido en el público es un exceso que por efectivo, no se exime de ser categorizado como una aspiración de eficacia en la recurrencia de un realismo popular y de un realismo fantástico innecesario, en pro de ganar el favor de un público por vías harto conocidas en el cine colombiano.

Una película adorable por la fuerza de los roles de los personajes centrales y como producto de la cinematografía nacional, entretenida y sencilla; pero sobrecargada de textos que pretenden suplir una exigencia que frente a la imagen era perfectamente posible emprender sin dualidad alguna. Sin llegar a los extremos del paisajismo por sobre la dramaturgia, se hubiera podido expresar y desarrollar más contexto desde una fotografía que en últimas se apoya más de lo debido en textos cuando podía ser lo contrario. Un director experto que hace una apuesta por un realismo popular bien logrado de no ser por que cede a la posibilidad de un realismo mágico innecesario es un hecho que resta seriedad a la propuesta de Los Niños Invisibles y que no es consecuente con lo evidencial de las imágenes que se hubieran podido articular de un modo absolutamente efectivo y sin dualidad alguna.

Ganadora de siete premios entre nacionales e internacionales; entre ellos el Primer Premio a la Mejor Película Colombiana en el Festival de Cine de Cartagena 2002, así como en el XVIII Festival de Cine de Bogotá; también ganadora del Premio especial del jurado en el VI Festival Internacional de Cine para la Infancia en Montreal, entre otros, Los Niños Invisibles se constituye en la obra de un director maduro que puede hacer de un guión un producto consistente a partir de una dicción eficaz que sin menoscabo de su respetabilidad, sigue evocando los rasgos del cine colombiano de siempre; los mismos que constituyen el acebro del que goza la cinematografía colombiana, sin aportar nuevas evoluciones al cine como lenguaje ni como arte.

Hablando de cine colombiano, pueden haber más películas; pero no hay miradas y las imágenes son dispersas y amañadas muchas de ellas; sólo caricaturas y esbozos de una realidad no penetrada o que no interesa impregne a los realizadores y mucho menos a los actores de una nación sin historia cinematográfica, más allá de la realización conciente de unos pocos. La historia de un país sin estudios cinematográficos como antecedente y con una televisión que no se ha arriesgado a hacer uso de una gramática cinematográfica en sus productos, ni a darle salida a obras cinematográficas de colombianos, son hechos que cuentan a la hora de sopesar las acciones para salir del atraso que deviene de la falta de una política estatal racional en favor de los realizadores.
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El modelo actual no trasciende de modo definitivo, la promoción de esquemas que favorecen la producción como objetivo de una mera ejecución presupuestal de unos fondos que se distribuyen cada año entre las películas que compiten por los mismos. "Esta clase de cine puede llegar a obtener al menos por un tiempo, un consumo más o menos intenso por parte del público. Consumo, no acogida real como se consume un sainete televisivo con dos o tres risas y dos o tres sorpresas. El público va a ver esta películas movido por un afán muy legítimo, el de buscarse a sí de alguna manera. Y ese público termina por aceptar un espejismo: búscándose a sí mismo encuentra sólo la imagen familiar y casera que la televisión le ha dado de la realidad y la acepta, convencido de haber encontrado la propia imagen. Algún día sabrá distinguir" (Álvarez, 1988, p. 10). Estas palabras de Luis Alberto Álvarez aludían a reflexiones sobre el fomento de la producción cinematográfica nacional y el público al que se dirigen sus producciones y en cierto modo siguen vigentes por cuanto el esquema de distribución y sus respectivos índices de asistencia han sido el criterio de valoración de una obra y lo que en muchos casos hace que los directores recurran a la opción de "encender velas a Dios y al Diablo", por usar una expresión que Luis Alberto Álvarez usaría en relación con otra obra de Duque, El Escarabajo y la pretención en pro de una supuesta estética latinoamericana. Con respecto a esta película, Duque admitiría que "los diálogos están estrictamente unidos a las gentes y a su idiosincracia y que es imposible inyectar gestos y modos de hablar en alguien que proviene de un mundo muy diferente." (Álvarez, 1988, p. 45). La fórmula aludida, parece ser usada de nuevo en una película adorable como Los Niños Invisibles; pero sin mayores aportaciones fotográficas, precisamente por dar prevalencia a la mismo viejo recurso.

Del mismo modo, los realizadores siguen trabajando aisladamente, dejando a un lado la formulación de estrategias conjuntas en pro de acopiar la inagotable reserva en imágenes que esperan a ser capturadas en las metrópolis y en las zonas rurales de Colombia de un modo sistémico y metódico que parta de la elaboración juiciosa de un guión técnico y la ejecución eficiente de presupuestos sin dejar de lado las propuestas estéticas que se suponen subyacen a tan gran emprendimiento como es toda obra cinematográfica. Así, es posible visionar que la dinámica del cine nacional sigue apuntando a la hechura de películas, muchas de ellas soportadas en un modelo ejecucionista con los dineros públicos en nombre de una cinematografía nacional inexistente. Los indicadores de éxito se los pueden llevar los fondos de apoyo en la medida en que proveen medios para hacer películas, pero el deleite del público y el placer estético en torno al cine nunca podrá ser subsidiado aunque se le pagara a la gente por ir a las salas. Es necesario que se den las condiciones para que la estética y la factura sean un factor común y cotidiano en la producción de películas colombianas con o sin los subsidios estatales.
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david cardona © 2008
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Referencias Bibliográficas:
ÁLVAREZ, Luis Alberto. “En contra de lugares comunes. El cine colombiano y la crítica”. Páginas de Cine, Volumen 1. 1ª ed. Medellín, Universidad de Antioquia. pp. 5 - 11. 1988.
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ÁLVAREZ, Luis Alberto. “El Escarabajo. En busca de lo popular”. Páginas de Cine, Volumen 1. 1ª ed. Medellín, Universidad de Antioquia. pp. 43 - 45. 1988.
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Luis Alberto Álvarez decía:
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"El hecho de Colombia sea un país "hablado" está en la raíz de muchos de sus problemas. Uno de ellos, por supuesto no el más trascendente, ha sido la imposibilidad, a través de poco menos de un siglo, de conformar una verdadera cinematografía nacional. La necesidad de apoyarse en las palabras, en la retórica, la profunda desconfianza frente a lo visual, la ceguera frente a las imágenes vitales, estimulantes que nos rodean, le ha puesto una perpetua zancadilla a una memoria óptica coherente, fluida, a una imagen nuestra en el espejo que nos dé los accesorios, tranquilizantes o inquietantes reconocimientos de cada día. Uno de los hechos más absurdos de esta situación es que, algo tan etéreo e inaferrable como el cine colombiano pueda producir continuamente tantos ríos de papel entintado. Hay siempre artículos, libros, análisis, conferencias, miles de millones de palabras que están en completo desequilibrio con la cantidad y, sobre todo, con la calidad de las imágenes a las que en ellos se hace referencia. Una y otra vez se realizan simposios, encuentros, debates, sobre un cine que la gran mayoría no conoce ni está interesado en conocer, sobre un interminable paquete de esbozos, de intentos, de arranques, de recomienzos sin cuajar, de actos fallidos." (Álvarez, 1998, p. 51).
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Referencia:
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ÁLVAREZ, Luis Alberto. “Reflexiones Desordenadas. La perspectiva de la región en el cine colombiano”. Páginas de Cine, Volumen 3. 1ª ed. Medellín, Universidad de Antioquia. p. 51 - 67. 1988.
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VÍNCULOS RELACIONADOS
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Lisandro Duque from Wikipedia.org, the free encyclopedia
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Lisandro Duque from cinelatinoamericano.org
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Cine de Colombia from Wikipedia -the free encyclopedia-.
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Websites Relacionados:
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Corporación Creemos
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Aviso Importante:

Los contenidos publicados en este Blog parten de una iniciativa libre e independiente como tributo a la memoria de Luis Alberto Álvarez (1945-1996), crítico y realizador colombiano, amigo, mentor y maestro y a su labor en la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín. Las opiniones expresadas por los autores de los mismos son de su expresa responsabilidad y no comprometen a las instituciones relacionadas. Se preservan todos los derechos de los materiales usados y citados en este sitio y se espera un trato equivalente para con los mismos. Se aspira así, a contribuir a la difusión de una cultura fundamentada y objetiva de la apreciación, crítica, historia y realización del cine, en especial para las y los jóvenes de la ciudad de Medellín, Colombia y las audiencias globales que con respeto y atinencia a los derechos y garantías que corresponden a los contenidos digitales de conformidad con las normas y regulaciones internacionales, deseen hacer uso de los mismos.
Cordialmente,

David Cardona
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1 comentario:

Vegetus dijo...

Quisiera puntualizar algo sobre este aparte: "Lo evidencial de la imágen durante los primeros diez minutos sugiere la evocación a lo mágico cuando la fuerza del pensamiento de Fernando hace que su vecina y la madre de ésta, sientan su presencia cuando están en casa ocupadas en sus labores y separadas del niño" Estás equivocado en esta interpretación, toda vez que la escena alude a la fantasía del niño. En esa escena él se imagina cómo sería si fuera invisible, de modo que la madre y la niña no lo ven y él "husmea" a la niña de cerca; es repito, parte de su fantasía, no es una escena simultánea a la del niño reunido con sus amigos.