
La Imágenes y Los Textos en una Obra para ser Vista en un País Eminentemente Hablado
En Colombia, el cine como posibilidad de una producción cinematográfica nacional siempre ha adolecido de la falta de imágenes que representen la mirada real que sobre la nación se pudiera hacer. El cine, como industria inexistente por demás, ha atravesado momentos que han sido identificados y caracterizados en múltiples estudios o referencias que se han realizado desde ejercicios de crítica o literatura ejercida con tal fin. La ficción que en muchos casos termina evocando situaciones y desarrollos macondianos sigue configurando muchos de los imaginarios que como espectadores tienen los colombianos y el argumental suele ser comparado con una supuesta realidad, como correspondía a las épocas marcadas por la censura; cuando ésta impedía la exhibición bajo el argumento de una "realidad falseada". Del mismo modo el público, incurso en una cultura cinematográfica estereotipada y estereotipante, aprueba y desaprueba el valor de las películas en la medida de la cercanía con las imágenes que se le han vendido como reales.
Estos hechos han marcado la mirada de un público que aún no encuentra una evolución sustancial en las obras de sus compatriotas ante la incapacidad de una industria cinematográfica nacional que nunca ha existido; ni desde las teorías, ni desde la práctica y ni siquiera desde un diagnóstico de sector aún después de la promulgación de la Ley del Cine en 2003. Ni las imágenes están; los referentes visuales tampoco; los diagnósticos sobreabundan y los clichés son usados en los mejores de los casos para comunicar texto con imágenes a un público sin cultura de la apreciación cinematográfica. Éste, el público, no encuentra referentes que le insten a disfrutar sino de productos extranjeros en detrimento de una producción nacional que adolece de su falta de respeto y fascinacion.
Nacido en 1943, Lisandro Duque Naranjo ha realizado Los Niños Invisibles (2001), una película con una buena dicción sobre un episodio en la vida de tres niños de provincia en la Colombia de los años sesenta. Contando con su experiencia a lo largo de una vida dedicada al cine y la televisión como formas de producción que han estado vinculadas a modelos resultantes de procesos desarticulados de los años sesenta, setenta y anteriores, logra un producto que se puede considerar como consistente y entretenido. Para la primera mitad de siglo y los periodos inmediatamente subsiguientes del cine nacional, éste se caracterizó por la falta de creatividad, la mentalidad imitadora y las deficiencias técnicas. El director logra una obra interesante y más que ello, con la capacidad de capturar la atención del público. Es ésta una obra que merece destacarse de entre otras producciones nacionales que evidencian explícitamente la falta de identidad con una realidad a la que aluden y adolecen de la ausencia de una dramaturgia y la precariedad para construir contextos. Milagro en Roma (1988), Visa Usa (1985) y El Escarabajo (1981), serían los tres largometrajes que precederían a Los Niños Invisibles dentro de una producción de más de veinte trabajos para el cine y la televisión colombiana por parte del director.
Un Colombia rural que sigue sin ser contada más allá de las imágenes que los colombianos se han vendido de sí mismos y entre sí mismos, es la que se estructura desde lo evidencial de la película. "Lo que nos diferencia de un animal como éstos es el alma", observa la madre al niño mientras prepara las vísceras y la carne en una película que introduce al espectador para recibir un tipo de personajes bien conocidos, precisamente por los antecedentes que de la imagen de la provincia colombiana en la figura de pueblo, han hecho otros desarrollos. La anticipación de la adolecencia, las constataciones de los temores de los adultos o la pulsación de lo sexual; así como la percepción de las relaciones de poder que tocan a la infancia, entre otros temas, pareciera que se conjuran como hecho fílmico en una serie de anécdotas comunes a un pueblo que como espectador de sí mismo, se puede reconocer en todo lo que suelen decir de él desde el convencionalismo.
Sobre lo estructural, se puede decir que una película como ésta, permite al director optar por dos niveles de tratamiento de la realidad: uno como un realismo de corte popular y otro de corte mágico. Lo evidencial de la imágen durante los primeros diez minutos sugiere la evocación a lo mágico cuando la fuerza del pensamiento de Fernando hace que su vecina y la madre de ésta, sientan su presencia cuando están en casa ocupadas en sus labores y separadas del niño, lo suficiente para que el fenómeno sea atribuible a cierto mesmerismo que evoca algo como la "magia de los niños"; del mismo modo, las imágenes que acompañan las conclusiones finales del personaje narrador frente a su teclado operado por un ser invisible, contradicen la ineficacia de un conjuro que no se realizó según lo recetado, pero que ahora inexplicablemente ha tributado el don de la invisibilidad al narrador. Estos sucesos merecen ser mencionados en la medida en que son otras las circunstancias, las que permiten explicar la cándida confusión que sufren los tres niños al dar cabida a la posibilidad de la invisibilidad del líder de la idea.
Bien pensadas son las circunstancias que conspiran para que se asuma como efectiva la fórmula del conjuro y bien dosificados los hechos que permiten explicar por qué ocurre esto, así que el ceder ante la opción de poner en duda lo que las imágenes evidencian, en favor de un giro hacia lo fantástico es un exceso lamentable al que se rinde el director, tal vez para crear un efecto sobre un público que conoce muy bien; pero que en modo alguno puede negar la contradicción temática frente a la evidencia de lo narrado. Pasa lo mismo con los viejos jugadores de cartas, congelados ante la mirada de Rafael; Cualquier giro emocional eventualmente inducido en el público es un exceso que por efectivo, no se exime de ser categorizado como una aspiración de eficacia en la recurrencia de un realismo popular y de un realismo fantástico innecesario, en pro de ganar el favor de un público por vías harto conocidas en el cine colombiano.
Una película adorable por la fuerza de los roles de los personajes centrales y como producto de la cinematografía nacional, entretenida y sencilla; pero sobrecargada de textos que pretenden suplir una exigencia que frente a la imagen era perfectamente posible emprender sin dualidad alguna. Sin llegar a los extremos del paisajismo por sobre la dramaturgia, se hubiera podido expresar y desarrollar más contexto desde una fotografía que en últimas se apoya más de lo debido en textos cuando podía ser lo contrario. Un director experto que hace una apuesta por un realismo popular bien logrado de no ser por que cede a la posibilidad de un realismo mágico innecesario es un hecho que resta seriedad a la propuesta de Los Niños Invisibles y que no es consecuente con lo evidencial de las imágenes que se hubieran podido articular de un modo absolutamente efectivo y sin dualidad alguna.
Ganadora de siete premios entre nacionales e internacionales; entre ellos el Primer Premio a la Mejor Película Colombiana en el Festival de Cine de Cartagena 2002, así como en el XVIII Festival de Cine de Bogotá; también ganadora del Premio especial del jurado en el VI Festival Internacional de Cine para la Infancia en Montreal, entre otros, Los Niños Invisibles se constituye en la obra de un director maduro que puede hacer de un guión un producto consistente a partir de una dicción eficaz que sin menoscabo de su respetabilidad, sigue evocando los rasgos del cine colombiano de siempre; los mismos que constituyen el acebro del que goza la cinematografía colombiana, sin aportar nuevas evoluciones al cine como lenguaje ni como arte.
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"El hecho de Colombia sea un país "hablado" está en la raíz de muchos de sus problemas. Uno de ellos, por supuesto no el más trascendente, ha sido la imposibilidad, a través de poco menos de un siglo, de conformar una verdadera cinematografía nacional. La necesidad de apoyarse en las palabras, en la retórica, la profunda desconfianza frente a lo visual, la ceguera frente a las imágenes vitales, estimulantes que nos rodean, le ha puesto una perpetua zancadilla a una memoria óptica coherente, fluida, a una imagen nuestra en el espejo que nos dé los accesorios, tranquilizantes o inquietantes reconocimientos de cada día. Uno de los hechos más absurdos de esta situación es que, algo tan etéreo e inaferrable como el cine colombiano pueda producir continuamente tantos ríos de papel entintado. Hay siempre artículos, libros, análisis, conferencias, miles de millones de palabras que están en completo desequilibrio con la cantidad y, sobre todo, con la calidad de las imágenes a las que en ellos se hace referencia. Una y otra vez se realizan simposios, encuentros, debates, sobre un cine que la gran mayoría no conoce ni está interesado en conocer, sobre un interminable paquete de esbozos, de intentos, de arranques, de recomienzos sin cuajar, de actos fallidos." (Álvarez, 1998, p. 51).
Lisandro Duque from Wikipedia.org, the free encyclopedia
Cine de Colombia from Wikipedia -the free encyclopedia-.
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1 comentario:
Quisiera puntualizar algo sobre este aparte: "Lo evidencial de la imágen durante los primeros diez minutos sugiere la evocación a lo mágico cuando la fuerza del pensamiento de Fernando hace que su vecina y la madre de ésta, sientan su presencia cuando están en casa ocupadas en sus labores y separadas del niño" Estás equivocado en esta interpretación, toda vez que la escena alude a la fantasía del niño. En esa escena él se imagina cómo sería si fuera invisible, de modo que la madre y la niña no lo ven y él "husmea" a la niña de cerca; es repito, parte de su fantasía, no es una escena simultánea a la del niño reunido con sus amigos.
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